El " Propio Sitio” (Un paso inevitable)

Cuando el hombre vivía en el principio de los tiempos, su sensación de vulnerabilidad era tan grande y consciente, que no dudaba de la poderosa influencia del cielo, la tierra y la naturaleza, sobre su ser. Así creó sus oraciones y creencias. Actuaba con profundo respeto por todo y aceptaba las leyes del universo como guías en su vida.

De esa conciencia de vulnerabilidad nacían sus creencias, también su respeto por el entorno. Sabían desde las vísceras que ellos y la tierra en que vivían eran una única y misma cosa.

Durante mucho tiempo el ser humano deambuló por el inmenso espacio, siguiendo o imitando el movimiento de las estrellas, en busca del sitio adecuado. Su "Propio Sitio".

Ese sitio que les resultaba fecundo y afín, que les permitía dar el paso siguiente y cultivar creando así cultura.

El tiempo pasó, el ser humano se asentó, se civilizó…. Y hoy es evidente que olvidó.

Olvido que es vulnerable y se piensa inmortal

Olvidó que pertenece a la tierra y es una con ella.

Olvidó escuchar las señales.

Se olvidó a sí mismo… y sufre.

Sufrimos.

A pesar del olvido, a pesar de lo mucho que podamos menospreciar a esos seres humanos tan lejanos y “primitivos”, a pesar de todo lo que creemos haber conquistado, progresado, logrado. A pesar, digo, de todo, cada ser humano tarde o temprano ha de hallar su Propio Sitio.

"Propio Sitio", no siempre es aquel en el que todo nos es maravilloso, sino en el que encontramos nuestro destino. Nuestro ser interno.

No es necesariamente un lugar, puede serlo, o puede ser un momento en la vida, o una experiencia…

En algún punto del planeta, del tiempo o de la vivencia está nuestro espacio afín, al encontrarlo chocamos con nuestro karma en forma consciente; sentimos que el universo personal comienza un giro vertiginoso, cambian nuestros hábitos, modos, deseos, sensaciones, creencias...

Los sucesos ocurren uno tras otro y nos vemos sacudidos sin descanso.

Allí ya no podemos dejar tareas pendientes o hacernos los distraídos, nuestro ser interno se manifiesta y la reacción a las acciones es plasmada al instante.

O se modifica o se perece (o padece).

En el "Propio Sitio", el " YO SOY " personal, nos suena ridículo, descubrimos a cachetazos, que no tenemos idea de quienes somos, vemos los infinitos retazos de los que estamos hechos, retazos tomados de otros, retazos adheridos sin que nos demos cuenta, retazos como reacción al afuera, retazos copiados, contagiados, infiltrados, añejos e inútiles, retazos multicolores que nos han ido alejando cada vez más de nuestro centro.

Vamos por la vida como parte de un enjambre, perdiéndonos en acciones que no observamos ni siquiera un instante, sin comprender los motivos que nos mueven, copiando o intentando diferenciarnos por medio de reacciones opuestas a lo que creemos la forma rechazada, sin tomarnos el Tiempo-Espacio, para estar en el silencio y desde allí dejar que surja la voz interior que nos guíe el paso a dar.

Cuando llegamos al "Propio Sitio", por decisión o por accidente, todo se modifica más allá de la voluntad.

Un día nos " VEMOS ", la historia personal pasa delante nuestro como un film y los diálogos y monólogos, los pensamientos y sus resultados, las palabras dichas y oídas, lo que hacemos y sus efectos, comienzan a retumbar dentro nuestro, nos acosan, nos obligan a prestar atención, ya no podemos mentirnos, no podemos tapar, justificar, disimular.

¡Ahí estamos! ¡Eso somos!, sin disfraces, sin vueltas.

Descubrimos las creencias que nos guiaron a ese punto del camino, que crearon nuestra historia personal, las corazas que nos fueron poniendo trampas, los miedos que nos cerraron puertas...

Allí desnudos, nos sentimos ridículos, perdidos, confusos, desmoronados.

Es un Big-Bang personal donde los códigos desaparecen. El camino ya no existe, la forma tampoco, somos sólo sombra, siluetas en un mundo vasto y complejo.

El trabajo interno que creíamos realizado, no ha sido más que un conjunto de técnicas y palabras, conocimientos, que no sabemos realmente utilizar.

El " Propio Sitio", no es un lugar determinado, no tiene forma cognoscible, es solo el instante del derrumbe, es el momento de la explosión, donde ruge el ser que olvidamos preso en nosotros y nos enfrenta con la imagen creada de la realidad.

Cuando esto sucede nos quedan dos posibilidades: quedar como átomos dispersos girando desconectados por el mundo o detenernos a observar y aprender a fluir desde el ser que nacimos para ser.

Recién ahí nos descubrimos vulnerables frente a una sabia y exuberante naturaleza, dentro de un cosmos infinito e imperturbable, ínfima parte de un Todo que nos contiene y nos trasciende.

Descubrimos cuánto hemos ido en contra del orden natural, lo poco que respetamos las leyes cósmicas y eternas, lo tontos que fuimos con tanta omnipotencia e inconciencia y solo podemos rendirnos a la fuente del verdadero poder tornándonos humildes y respetuosos.

Recién después de atravesar esta experiencia, podemos iniciar el camino personal.

Así como las estrellas conocen su ser y su espacio, así también nosotros, luego de conocer nuestro ser, podemos encontrar nuestro espacio.

Quizás la gravedad de este tiempo este guiándonos a eso.

Como si gritase: "Exploten, desháganse, queden desnudos, descarnados, vacíense y mírense… Mueran para renacer”. ¡¡ DESPIERTEN!!

¡Cuando ya nada queda, sólo se puede construir!

© ANA CUEVAS UNAMUNO

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