El pollito que se hizo rey

             Cuento Tradicional Africano

Érase un pollito muy chiquitito a quien no gustaba ni pizca la miel.

Vino al mundo siendo ya huérfano, y dijo:

- ¡Mi padre ha muerto de hambre, y el rey le debía un grano de maíz!

Descolgó el zurrón de su difunto padre y, anda que te anda, partió a cobrar aquella deuda.

Apenas había andado media docena de pasos, cuando encontró en el camino un palo que le hizo tropezar y caer.

El Pollito se levantó y dijo:

- ¡Ah! Palo, ¿aquí estás tú?. No te había visto.

- ¿Adónde vas? - le preguntó el Palo.

- Voy - contestó - a cobrar un crédito de mi difunto padre.

- Vamos juntos - dijo el Palo.

El Pollito cogió al Palo y se lo metió en el zurrón.

Anda que te anda, encontróse con un gato que, al verle, exclamó:

- ¡Ah, qué bocado más tierno!

- No - replicó el Pollito; - yo no valgo la pena.

- ¿Y adónde vas? - preguntó el Gato.

- Voy a cobrar un crédito de mi padre.

- Pues vamos allá juntos - dijo el Gato; - tal vez encuentre allí algo bueno que comer.

El Pollito cogió al Gato y lo metió en el zurrón.

Y encontró a una hiena que le preguntó:

- ¿Adónde vas con el zurrón?

- Voy a cobrar un crédito de mi padre - explicó el Pollito.

- Vamos allá juntos - dijo la Hiena.

El Pollito cogió a la Hiena y la metió en el zurrón.

Anda que te anda encontró a un león.

- ¿Adónde vas?

- A cobrar un crédito de mi difunto padre.

- Vamos allá juntos - dijo el León.

El pollito cogió al melenudo animal y lo metió en el zurrón.

Encontró a un elefante que estaba hartándose de plátanos.

El Elefante le preguntó cordialmente:

- ¿Adónde vas, Pollito?

- A cobrar un crédito de mi difunto padre.

- Pues, entonces, vamos juntos - dijo el paquidermo.

El Pollito cogió al Elefante y lo metió en el zurrón.

Anda que te anda, encontró a un guerrero, que le preguntó:

- ¿Adónde vas con ese zurrón tan repleto?

- Voy a cobrar una deuda.

- ¿A casa de quién? - preguntó el Guerrero.

- Al palacio del rey - contestó el Pollito.

- Vamos juntos allá - dijo el Guerrero.

El Pollito lo cogió y lo metió en el zurrón.

Por fin llegó a la ciudad donde vivía el rey.

La gente corrió a anunciar al soberano que el Pollito había llegado y que pretendía cobrar el crédito de su difunto padre.

- Haced hervir un caldero de agua y tirádsela hirviendo; así ese insolente polluelo morirá y no tendremos que pagar la deuda.

La hija del monarca se puso a gritar:

- Yo le tiraré el agua hirviendo.

Al verla venir, el Pollito le dijo al Palo:

- ¡Palo, ahora es la tuya!

El Palo hizo tropezar y caer a la hija del rey. El agua hirviente se derramó y la hija del rey quedó escaldada.

La gente de la ciudad dijo entonces:

- Hay que encerrarlo en el gallinero con las gallinas, que lo matarán a picotazos.

Pero el Pollito sacó al Gato del zurrón y le dijo:

- ¡Te devuelvo la libertad!

El Gato mató a todos las gallinas, cogió la más gorda y se escapó con su botín.

La gente dijo entonces:

- ¡Que lo encierren en el corral con las cabras; allí lo pisotearán!

El Pollito dijo entonces:

- ¡Hiena, ya eres libre!

La Hiena mató a todas las cabras, escogió la más gorda y se escapó.

La gente dijo entonces:

- ¡Que lo encierren en el corral de los bueyes!

Y allí le metieron.

Pero el Pollito dijo:

- ¡León, ahora es la tuya!

El León salió del zurrón, degolló a los bueyes, escogió el más gordo y lo devoró en un santiamén.

Todo el pueblo estaba furioso y decía:

- ¡Este polluelo es un desvergonzado que no quiere morir! ¡Lo encerraremos con los camellos! Ellos lo pisotearán y matarán.

Lo encerraron. Pero el Pollito dijo:

- Buen amigo, compañero Elefante: sálvame la vida. Ahora es la tuya.

Y sacó al paquidermo del zurrón.

El Elefante miró a los camellos, los desafió y aplastó hasta el último.

La gente del pueblo fue a ver al rey y le dijo:

- Este insolente polluelo no morirá aquí; démosle lo que se debía a su padre y que se vaya. Lo atraparemos en el bosque, lo mataremos y recuperaremos su herencia.

El soberano ordenó abrir su real tesoro y se dio al Pollito el grano de maíz que se le debía.

Y el Pollito abandonó, con su tesoro, el pueblo.

Entonces, todo el mundo montó a caballo, hasta el mismo rey, y se lanzaron en pos del Pollito.

Pero el Pollito sacó al Guerrero del zurrón y le dijo:

- ¡Guerrero, he aquí llegada tu hora! ¡Demuestra que eres hombre de armas tomar!

El Guerrero hizo trizas a todos.

Y el Pollito volvió entonces a la ciudad del rey; se hizo el amo y se proclamó el soberano de aquel pueblo al que, en buena lid, había vencido.

 

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