Cuento popular: La mujer que no comía

Esto era una vez un matrimonio. El marido era labrador y se llamaba
Juan, y su mujer se llamaba María.
La mujer le ponía muy poca comida al marido cuando iba al campo y siempre le
decía:
- Los que son muy comedores están malos siempre y se mueren pronto. Mira la
tía Pascuala, que estaba tan gorda y lucída y siempre comía trozos de magra
[jamón]; ya ves, cayó con la itericia. Mira el tío Simón, tan colorao; pilló un
paralís [apoplejía]; y no te digo nada del tío Zorro, que murió de la hartadura de
una alifara [merienda que celebran reunidos varios comensales, hombres o mozos].

El marido se callaba y estaba más seco que un espárrago, de no comer.
Cuando por la noche volvía a cenar, la mujer le ponía un cachico de pan y unas
olivicas [aceitunas] y le decía:
- Cena tú, que lo necesitas porque trabajas mucho; yo con la merienda ya estoy
aviada [satisfecha].

Vetaquí [He aquí] que un día, na más salir el Juan del pueblo, echó a llover, y el
Juan se metió en un pajar con su mula.
Y vio salir a la mujer de la casa y pensó: - ¿Adónde irá la María a estas horas?
Y vio que al cabo de un poquico volvía con su hermana.
Y el Juan quiso saber, por curiosidad, que hacían las mujeres en su casa a
aquellas horas, y, mirando por un ventanillo, vio que estaban en la cocina
friendo unas magras. Después de las magras frieron una tortilla con media
docena de huevos y después guisaron un pollo.
Y el Juan pensaba: - ¿Para quién será esta comida tan buena? Porque mi mujer
es tan poco comedora y tan ahorradora, que no cata [prueba; es cambio frecuente
en esa palabra y su verbo derivado] estas cosas si no es fiestas.
Conque vio que, cuando estuvo guisado el pollo, sacaron un mantel y lo pusieron
encima de la mesa, y un jarro de vino, y se pusieron a comer, y decía María:
- ¡Ay!, pobrecico Juan, que se estará mojando.

Y decía la cuñada:
- Bien se le está, por tonto. Miá tú que creer que tú pasas aunando [ayunando. La
elisión de la y es frecuente en Aragón antes de la u].

Y se reían mucho, y comieron la tortilla, las magras con tomate, y el pollo, y una
torta de bizcocho.
El Juan comió el pan y un trozo de blanquillo [tocino] que llevaba para todo el
día, y por la tarde volvió a su casa, y su mujer le preguntó:
- ¿Te has mojao mucho, Juan?

- No, no me he mojao mucho. Cuando el agua caía haciendo ruido de la la sartén
que fríe las magras, me metí debajo de un tejao un poco más grande que una
tortilla de media docena de huevos, y como no podía salir, porque las gotas de
agua hacían ampollas como un guiso cuando hierve, me comí las aceitunas, que
estaban tan ricas como un pollo con tomate, y el pan, que era tan tierno como la
torta de bizcocho.

Y cogió una estaca y la emprendió a estacazos con su mujer, que casi la
mata.
Y colorín colorao, por la ventana al tejao.

Cuentos de Huesa del Común, recopilados por Arcadio de Larrea (www.huesa.com)-(Comunicado por Josefa Salas Bernad, de cincuenta y nueve años,
de Huesa del Común, Teruel)

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