Cuento: LA FE Y LAS MONTAÑAS


 

Una historia de Augusto Monterroso

Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.
Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
  La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.
  Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de Fe.

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