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Mostrando entradas de 2012

Navidad y solsticio

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NAVIDAD: SOLSTICIO de invierno. (PARA NOSOTROS HABITANTES DEL HEMISFERIO SUR: SOLSTICIO DE VERANO) La verdad es que esto ya se los conté, pero me dieron ganas de contarlo de nuevo, y espero que a ustedes les den ganas de compartirlo) MUCHAS FELICIDADES PARA TODOS!!!!!   Luz y Oscuridad conforman y construyen la totalidad de la existencia. Es en su eterno juego, en ese combate que imaginamos, aunque bien podría ser tan solo un fluir natural, como se recrea la vida a si misma y se modifica la realidad perceptible para la mirada humana. Luz y Oscuridad, una misma esencia, una sola cosa que sin embargo percibimos en aspectos separados dentro y fuera nuestro, así como dentro y fuera la misma historia del cielo y la tierra se manifiesta en nuestra propia historia cotidiana. Dicen los antiguos: “Así como es en lo alto es en lo bajo, como es en lo grande es en lo pequeño, como es adentro es afuera, porque todas las cosas son una única cosa y la misma” Cada momento de la historia de lo

Con los ojos cerrados

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  Un cuento de Reinaldo Arenas     A usted sí se lo voy a decir, porque sé que si se lo cuento a usted no se me va a reír en la cara ni me va a regañar. Pero a mi madre no. A mamá no le diré nada, porque de hacerlo no dejaría de pelearme y de regañarme. Y, aunque es casi seguro que ella tendría la razón, no quiero oír ningún consejo ni advertencia.  Por eso. Porque sé que usted no me va a decir nada, se lo digo todo. Ya que solamente tengo ocho años voy todos los días a la escuela. Y aquí empieza la tragedia, pues debo levantarme bien temprano -cuando el pimeo que me regaló la tía Grande Ángela sólo ha dado dos voces -porque la escuela está bastante lejos.  A eso de las seis de la mañana empieza mamá a pelearme para que me levante y ya a las siete estoy sentado en la cama y estrujándome los ojos. Entonces todo lo tengo que hacer corriendo: ponerme la ropa corriendo, llegar corriendo hasta la escuela y entrar corriendo en la fila pues ya han tocado el timbre y la maestra está parada

El sabio que tomó el poder

Un cuento de Augusto Monterroso Un día, hace muchos años, el Mono advirtió que entre todos los animales era él quien contaba con la descendencia más inteligente, o sea el hombre. Animado por esta revelación empezó a estudiar un gran lote de libros arrumbados desde antiguo en su casa y, a medida que aprendía, a conducirse como ser importante frente a las situaciones más comunes. Fue tal su empeño que en poco tiempo hizo enormes progresos, aconsejado por la Zorra en política y en saber por el Búho y la Serpiente. De esta manera, ante el asombro de los inocentes, pronto inició su ascenso a la cumbre, hasta que llegó el día en que amigos y enemigos lo saludaron secretario del León. Sin embargo, durante un insomnio (en los que había caído desde que sabía que sabía tanto), el Mono hizo aún otro descubrimiento sensacional: la injusticia de que el León, que contaba únicamente con su fuerza y el miedo de los demás, fuera su jefe; y él, que si quisiera, según leyó no recordaba dónde, con un po

Amores temerosos

Un cuento de Ana Cuevas Unamuno Ese hombre mira casi sin ver. Parece perdido, fantasmal. Un pie amaga el paso mientras el otro ha echado raíces cada vez más profundas. Tiene el torso curvo y una mueca indescifrable en la boca. Su gesto intenta el abrazo, su expresión aleja, expresa miedo. Esa mujer camina como corriendo, casi atropella. Escupe carcajadas sin calor, y palabras que desdicen a su alma. No sabe si va o si se queda. Detrás el telón, delante las luces, ella en el marco intenta representar el acto de vivir. Teme hacerlo. Una la mira y siente pena, la misma, o casi la misma que corre en lágrimas secas por su mejillas rojas de maquillaje. La espalda recta, los ojos fijos adelante, Vaya a saber una dónde tiene realmente la mirada. Me han dicho que ellos se amaron. Se amaron tanto que no lo soportaron, y se fueron comiendo el uno al otro, día a día, mordisco a mordisco....Quizás aún se ama y sus restos que temen no sobrevivir, se alejan colocando espacios infinitos. Cada uno ya

La víspera de todos los santos

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Leyenda  Celta "A través de los tiempos de madres a hijos nos llegan viejas narraciones de costumbres" Érase una vez un buen hombre llamado Hugh King, que en la Víspera de Todos los Santos, se quedó a pescar hasta tarde, refugiado en sus melancolías y en sus amores. Era de mente volátil y solo pensaba en Hadas y Príncipes mientras esperaba vanamente que picaran los peces a su caña. Y de pronto vió un gran numero de luces que danzaban y una gran multitud de personas que pasaban apresuradamente alrededor suyo con cestas y bolsas, riendo y cantando. -Se os ve alegres -dijo Hugh King- ¿A donde vais? - Vamos a la Feria- contestó un hombrecillo que lucia en su cabeza un tricornio adornado con una banda de oro, Ven con nosotros y disfrutaras de la mejor comida y bebida que nunca has comido y bebido. El buen hombre se animó y les acompañó y una mujer le dio a llevar su cesta. Y los acompañó hasta llegar a la Feria, en un sitio oculto en el bosque. Allí la gente cantaba, bailaba

Una señora

  Un cuento de José Donoso (Chile) No recuerdo con certeza cuándo fue la primera vez que me di cuenta de su existencia. Pero si no me equivoco, fue cierta tarde de invierno en un tranvía que atravesaba un barrio popular. Cuando me aburro de mi pieza y de mis conversaciones habituales, suelo tomar algún tranvía cuyo recorrido desconozca y pasar así por la ciudad. Esa tarde llevaba un libro por si se me antojara leer, pero no lo abrí. Estaba lloviendo esporádicamente y el tranvía avanzaba casi vacío. Me senté junto a una ventana, limpiando un boquete en el vaho del vidrio para mirar las calles. No recuerdo el momento exacto en que ella se sentó a mi lado. Pero cuando el tranvía hizo alto en una esquina, me invadió aquella sensación tan corriente y, sin embargo, misteriosa, que cuanto veía, el momento justo y sin importancia como era, lo había vivido antes, o tal vez soñado. La escena me pareció la reproducción exacta de otra que me fuese conocida: delante de mí, un cuello rollizo vertía

El hombre de mis sueños

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  un cuento de Rosa Montero Es uno de esos ascensores de acero desnudos y herméticos. No hace frío aquí dentro, pero las paredes despiden un aliento gris y glacial, como de congelador de un matadero de reses. Subimos y subimos, y lo único que me hace percibir el desplazamiento es el parpadeo luminoso del contador de pisos electrónico: vamos por el segundo, por el tercero, por el cuarto. El hombre que entró justo antes de que se cerraran las puertas está junto a mí, pero sólo le veo los zapatos; en un ascensor, y con extraños, uno siempre mira al suelo o al cielo. Lleva unos mocasines marrones no demasiado limpios, pantalones de pana.   Pasamos por el quinto sin parar. No recuerdo qué botón ha apretado el desconocido. Pero no, un momento: ahora caigo en la cuenta de que no ha pulsado ningún piso. Siento frío, más frío, el aliento helado de] metal. Levanto la cara: él me está mirando. Debe de tener más o menos mi edad: el pelo canoso, el perfil seco y duro, los labios cruzados por una

CELEBRACIÓN DE LA FANTASÍA

Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, por que la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano. Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón. Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba mas de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca: -Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo -Y anda bien -le pregunté -A

Destruir libros: una política editorial que genera polémica

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Me duele, me duele el alma y hasta la humanidad me duele….¿a ustedes?   Por Gisela Antonuccio Autores y editores analizan las razones y expresan sus críticas al procedimiento editorial de eliminar ejemplares no vendidos. Si la palabra es como un río que fluye al resguardo de dos orillas, la memoria y la imaginación –como escribió el mexicano Carlos Fuentes–, la destrucción de libros a lo largo de la historia ha amenazado con la extinción de porciones de identidad. En 1933, Adolf Hitler pretendía que los alemanes leyeran sólo su Mein Kampf y mandó incendiar libros de Albert Einstein, Jack London, H. G. Wells, entre otros. Durante la dictadura argentina, la quema de libros representó un verdadero genocidio cultural, que se sumó a la desaparición de escritores. Los motivos y contextos han cambiado pero no sus efectos. En los próximos meses, cientos de libros de ficción serán destruidos en la Argentina porque su comercialización dejó de ser negocio. Anualmente millones de libros si

El robot sacramentado

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  Un cuento de Carlos Fuentes (México) ¿Qué es primero? ¿El nombre, o la cosa? PLATÓN, Cratilo       Una vez más, los culpables fueron Adán y Eva. Su jerarquía de Primeros Padres les otorgó un sitio privilegiado en el Cielo, así como una visibilidad excesiva: lo que en términos políticos modernos se llama «un alto perfil». Pero el sambenito de «Primer Padre» y «Primera Madre» no se soporta fácilmente, ni en el Cielo ni en la Tierra. Su status de megaestrellas terminó por hastiar a Adán y Eva. -Mejor nos hubiera ido en el Infierno -le dijo Eva a Adán, mientras ambos atendían a una interminable fila de recién llegados a la Vida Eterna que, bolígrafo en mano, esperaban pacientemente turno para obtener los autógrafos de los Primeros Padres-. Allá abajo, lo que aquí pasa por un premio sería visto como un castigo. La costilla de Adán levantó por un minuto la mirada del coqueto libro de autógrafos (páginas lilas alternadas con azul celeste) y vio la fila extendida a lo largo y ancho del

Definitivamente Al Mundo Le Falta Un Tornillo!!

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  Al Mundo Le Falta Un Tornillo!! – Tango - 1933 Música: José María Aguilar Letra: Enrique Cadícamo Todo el mundo está en la estufa, Triste, amargao y sin garufa, neurasténico y cortao... Se acabaron los robustos, si hasta yo, que daba gusto, ¡cuatro kilos he bajao! Hoy no hay guita ni de asalto y el puchero está tan alto que hay que usar el trampolín. Si habrá crisis, bronca y hambre, que el que compra diez de fiambre hoy se morfa hasta el piolín. Hoy se vive de prepo y se duerme apurao. Y la chiva hasta a Cristo se la han afeitao... Hoy se lleva a empeñar al amigo más fiel, nadie invita a morfar... todo el mundo en el riel. Al mundo le falta un tornillo que venga un mecánico... ¿Pa' qué, che viejo? Pa' ver si lo puede arreglar. ¿Qué sucede?... ¡mama mía! Se cayó la estantería o San Pedro abrió el portón. La creación anda a las piñas y de pura arrebatiña apoliya sin colchón. El ladrón es hoy decente a la fuerza se ha hecho gente, va no encuentra a quién robar. Y el honrao

AGUA Y ESPANTO

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Cuento de Ana Cuevas Unamuno Ariadna despertó sofocada por el ahogo. Boqueó frenética mirándose las manos vacías de hilo, y entonces comprendió que Teseo había tan solo demorado el espanto. Ningún dédalo podría detener la furia pura de las aguas. Mannawydan, Poseidón, Neptuno, ¿importa acaso el nombre de la fuerza que arrasa en su oleaje cuanto absurdamente intenta detenerle el paso?. La mentira y la traición frutos de la soberbia humana perpetuándose a sí mismas despiertan una y otra vez la urgencia de equilibrio. La tierra avanza en busca de armonía sin propósito alguno de venganza, diseñando en sus movimientos el indiscriminado juego de las fuerzas que no detienen su hacer ante las súplicas, ni distinguen entre los seres y las cosas. Ariadna lo sabe. Ariadna abre sus ojos oyendo el retumbar que de lejos se acerca. Gritos, llantos, derrumbes, golpes, conjugan un coro sin voces, que enmudece toda palabra. Mira pasar chapas, cuerpos, troncos, ollas, vestidos, zapatos... un enjambre

Aquí pasan cosas raras

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Un cuento de Luisa Valenzuela       En el café de la esquina -todo café que se precie está en esquina, todo sitio de encuentro es un cruce entre dos vías (dos vidas)- Mario y Pedro piden sendos cortados y les ponen mucha azúcar porque el azúcar es gratis y alimenta. Mario y Pedro están sin un mango desde hace rato y no es que se quejen demasiado pero bueno, ya es hora de tener un poco de suerte, y de golpe ven el portafolios abandonado y tan sólo mirándose se dicen que quizá el momento haya llegado. Propio ahí, muchachos, en el café de la esquina, uno de tantos. Está sólito el portafolios sobre la silla arrimada a la mesa y nadie viene a buscarlo. Entran y salen los chochamus del barrio, comentan cosas que Mario y Pedro no escuchan: Cada vez hay más y tienen tonadita, vienen de tierra adentro... me pregunto qué hacen, para qué han venido. Mario y Pedro se preguntan en cambio si alguien va a sentarse a la mesa del fondo, va a descorrer esa silla y encontrar ese portafolios que ya casi