La caída de Arturo J. R. R. Tolkien

Traducción de Eduardo Segura Fernández y Rafael Juan Pascual Hernández. Minotauro. Barcelona, 2013. 258 páginas, 17'95 euros

La caída de Arturo, incluso en su forma fragmentada e inacabada -cerca de 40 páginas de texto, poco más de cuatro piezas de lo que evidentemente se pretendía que fuese un poema narrativo mucho más largo- es claramente una obra de JRR Tolkien, veterano de la Primera Guerra Mundial y futuro autor de El Señor de los Anillos. Es una nueva narración, incompleta pero muy apasionante, de la que quizás sea la leyenda más famosa y conocida de la tradición británica, una nueva narración que el hijo y albacea literario del autor, Christopher Tolkien, cree que se inició a principios de la década de 1930 y se abandonó en 1937. Quizás no fuese una coincidencia que ese fuese el año en que se publicó El hobbit, que ofrecía a los lectores la primera visión de un universo de fantasía que marcaría la vida imaginativa del siglo XX y los posteriores.
Ahora que Christopher Tolkien tiene casi 90 años, esta podría ser la última obra que brinden los archivos póstumos de su padre. Se percibe un cierto pesar y una cierta decepción personal en los numerosos comentarios de Christopher a La caída de Arturo que no están presentes en su edición de muchas otras obras incompletas de Tolkien.
Al reinterpretar y sintetizar un amplio abanico de fuentes medievales y modernas, <em>La caída de Arturo empieza volviendo a imaginar el mundo artúrico de una forma sorprendente, y anticipa muchos de los temas e imágenes que se repetirán a lo largo de la posterior obra imaginativa de Tolkien, así como en su lenguaje. También contiene algunos indicios intrigantes. Tolkien consideraba que el universo que había creado, la colección de leyendas de El Señor de los Anillos, estaba explícitamente conectado con las mitologías de otros lugares y otras épocas; como dice Christopher, “con las historias y los sueños de pueblos que vivieron junto a las costas del gran Mar Occidental”.
Este largo poema también es experimental de una forma diferente y puede plantear obstáculos importantes a los lectores modernos. Crea, pienso yo, una disonancia o inestabilidad interna en la obra que puede ayudar a explicar por qué Tolkien nunca la acabó. El poema trata de un rey celta británico mitológico o pseudo-histórico que habría vivido en torno al siglo VI d.C., pero está escrito en inglés moderno y en el estilo del “verso aliterativo” de la Baja Edad Media - con dos mitades de un verso separadas por una cesura - que le resultará familiar a los lectores de Beowulf o de Sir Gawain y el Caballero Verde.
A veces, el deliberado arcaísmo y la gramática antigua de La caída de Arturo dificultan la comprensión y dan un tinte de falsa antigüedad a toda la obra. Ahí está Arturo, pensando en voz alta ante el leal Gawain si deberían llamar a Lancelot para ayudarles a luchar contra Mordred, el traicionero sobrino de Arturo.


...Lo mejor me parece
rápido recado mandar, implorando ayuda
a su señor de antaño. A esta traición organizada
poder debemos oponer, volviendo orgullosos
con fuerza incomparable para humillar a Mordred.


Pero dichos pasajes son más la excepción que la norma. Esta es una saga llena de acción y de obsesión por la muerte y repleta de vívidas descripciones naturales que nos sumen en medio de una guerra apocalíptica sin prácticamente introducción. El reino británico de Arturo, un reino occidental y claramente cristiano de bondad y de luz, se ve amenazado por una gran sombra que proviene del Este, que al principio se presenta simplemente como la tierra de los invasores sajones, pero que luego se convierte en un valle de oscuridad cuyos guerreros son espectrales y quizás sobrenaturales:


El interminable Este airado despertó,
y un trueno negro nacido en mazmorras
bajo montañas amenazadoras sobre ellos se agitó.
Deteniéndose inseguros allá en lo alto vieron
lánguidos y fieros jinetes entre nubes veloces,
grises y monstruosos, cabalgando torvos a la guerra
bajo yelmos sombríos, figuras catastróficas.


Eso se parece menos a un enemigo que se pueda encontrar entre las tribus germánicas de la Europa de principios de la Edad Media que a las huestes de las colinas rocosas de Sauron cabalgando desde Mordor encabezadas por los terroríficos nazgûls montados sobre sus corceles alados. Arturo logra grandes victorias, pero su campaña de la conquista del este, y sin duda todo el poema, adolece de la característica tristeza tolkeniana, de esa sensación de que una época dorada de la magia y de las maravillas se aproxima al ocaso. Esto se encuentra en todas sus obras y puede provenir, como se ha supuesto, de las experiencias de Tolkien, que vio morir a muchos miembros de su generación en las trincheras de Bélgica. Cuando Arturo recibe las noticias que le llegan de que Mordred le ha traicionado y ha tratado de apoderarse de su reino y de su reina, se sienta en silencio y reflexiona:


Ahora, desde la cúspide de la esperanza, cayendo de cabeza
su corazón presagiaba que su casa estaba condenada,
el mundo antiguo precipitándose a su fin
y las mareas del tiempo vueltas contra él.


Arturo dirige sus naves hacia su hogar, y se produce una extraordinaria batalla naval en los acantilados de Dover que nos brinda el verso aliterativo más brillante de la carrera de Tolkien.


Los remos se astillaban. El hierro partió la madera,
las sogas fueron hendidas. Con estrépito desgarrador
los mástiles se desmoronaron como árboles en la montaña
lanzados con ruido en el
fragor de la batalla.


Christopher Tolkien escribe un extenso ensayo académico sobre la manera en que el poema de su padre está relacionado con la tradición arturiana existente. Pero para los aficionados a Tolkien, el gran atractivo será, sin duda, el análisis de la relación entre La caída de Arturo y El Silmarillion, el gran compendio de Tolkien de material legendario. En concreto, Christopher alude a que Tolkien consideraba que la isla de Avalon, hacia la que parte Arturo después de que Mordred le hiera mortalmente, era el mismo lugar que la “Isla Solitaria” élfica de Tol Eressea que se encuentra en los límites exteriores del mundo humano en su propia obra.
Christopher insinúa que su padre abandonó La caída de Arturo a causa de las exigencias del trabajo y la familia, y de “los cambios radicales que se estaban produciendo” en sus ideas al finalizar El hobbit. Como dejó claro en muchas ocasiones, quería crear una mitología nacional para Inglaterra y devolver la magia y el misterio a la campiña domesticada de su país. Tuvo que haber sido consciente de que Arturo era, en el mejor de los casos, una figura prestada en la tradición inglesa, un vestigio de una cultura celta conquistada. Christopher escribe que La caída de Arturo surgió en una “época de gran agitación creativa”. En mi opinión, Tolkien escribió este poema apasionante e inacabado para probar la idea de relacionar su propio universo imaginativo con la leyenda artúrica antes de decidir, consciente o inconscientemente, que era mejor que su obra se sostuviese sola.

Tolkien en la Mesa Redonda

Minotauro publica La caída de Arturo, un poema inédito que dejó inconcluso para centrarse en su trilogía de El señor de los anillos

Tras la muerte de J. R. R. Tolkien en 1973, su hijo Christopher asumió la tarea de ordenar, corregir y editar el grueso de su obra, un trabajo casi hercúleo que abordaba un vastísimo universo mitológico y fantástico. En 2012 vio la luz el poema inédito La caída de Arturo, publicado ahora por Minotauro en una edición bilingüe con traducción de Eduardo Segura y Rafael Pascual. Concebido en verso aliterado germánico, aborda los últimos momentos de la vida del legendario monarca, sumido en lo que será su guerra final, contra su propio hijo, y acosado por el fantasma de la traición de Lancelot y Ginebra.
Cuenta Christopher Tolkien en el prólogo que sólo pudo hallar una única referencia de su padre sobre este inédito, en una carta en la que expresaba sus “esperanzas de terminar el largo poema sobre La caída de Arturo en el mismo metro”. En una carta, R. W. Chambers, profesor de inglés en el University College de Londres y amigo del escritor, calificaba la composición de “sensacional” y “heroica”. La había leído durante un viaje en tren, y aprovechó que el compartimento estaba vacío para declamarla como merecía. “En verdad, debes terminarlo”, apremiaba. Pero Tolkien dejó la historia inconclusa. “Nunca tuvo tiempo suficiente; y puede ser, como me siento inclinado a creer, que el aliento de la inspiración, continuamente obstaculizado, pudiera marchitarse”, justifica su hijo. José López Jara, editor de Minotauro, coincide: “Puso el listón muy alto, y después publicó El hobbit con éxito. Le siguió El señor de los anillos, y la última vez que mencionó el poema, reconoció que no tenía tiempo. Es una pena”. Para Segura, uno de los mayores expertos en el autor en España, la creación de su obra cumbre resultaba “incompatible” con la continuidad del inédito, que hubiera tenido una longitud media de 3.000-4.000 versos. “Era un conflicto artístico”, añade.


“Traducir a Tolkien es un desafío muy grande”, explica Segura. “Dominaba veinte idiomas, y utilizaba un lenguaje muy arcaizante y elevado. Hemos intentado mantener la sonoridad, ya que no podíamos ser fieles a la métrica”. Explica que fue él quien pidió que la edición fuera bilingüe, “por una cuestión de honestidad y humildad”. Tanto él como López Jara coinciden en la extraordinaria calidad del poema. “Da la sensación de que algo poderoso está en marcha. Muestra la capacidad de congeniar dos tradiciones aparentemente dispares, es una obra de fusión entre la literatura europea de la temprana Edad Media con el pulso creativo de Tolkien”, dice Segura. Se trata de su única incursión en la leyenda artúrica, en un contexto en el que la mitología inglesa se limitaba a la Materia de Bretaña, una recopilación de fábulas celtas, para más inri de origen francés. “Se toca una parte del mito muy interesante que entronca con el resto de su obra. La relación entre Lancelot y Ginebra tiene que ver con Lúthien y Beren en El Silmarillion, y la manera de tratar las batallas, lo épico, lo vemos en El señor de los anillos”, comenta López Jara.


¿Pero por qué Tolkien sigue siendo tan fascinante cuarenta años después de su muerte? Ciertamente, las películas de Peter Jackson han contribuido en gran medida a que se extienda la fiebre por el autor británico. Recién publicado el trailer de la segunda parte de El hobbit, López Jara reconoce que las ventas se disparan con cada nuevo filme. “Bienvenido sea. Es una manera de que llegue a la gente joven”, declara. “Es uno de esos escritores que se queda muy cerca de sus lectores. Consigue impactarles, y que siempre quieran saber algo más de él. Genera adicción”. Segura se identifica. Filólogo y licenciado en Historia, hizo su tesis doctoral sobre El señor de los anillos. “En sus historias, Tolkien muestra como en un espejo las preguntas eternas que se formula el ser humano, y las convierte en accesibles, las ofrece de manera moderna. No pasará nunca de moda, porque las preguntas son siempre las mismas”.

 

Extracto de La caída de Arturo

De cómo Arturo y Gawain marcharon a la guerra y cabalgaron al Este.
Arturo hacia el Este armado pretendía
hacer su guerra en las fronteras agrestes,
el mar surcando hasta tierras sajonas,
a defender de la ruina el reino romano.
A revertir las mareas del tiempo
y a los paganos postrar su esperanza lo urgía,
que de asaltar dejasen con esquifes saqueadores,
en busca de botín, las brillantes orillas
y las aguas someras de Bretaña meridional.
Como cuando la tierra mengua en los días del otoño
y raudo hacia su crepúsculo el sol declina
bajo la triste niebla, un hombre ansiará
trabajo y vida nómada mientras aún cálida fluya
la sangre prendida por el sol; así ardía su alma
por una gloria duradera tras un último intento
de orgullo y arrojo hacia la indomable,
inflexible voluntad en la guerra contra el destino.
Así los hilos malignos del destino lo impelieron,
y con malicia Mordred su pensamiento curtió,
tildando la guerra de sensata, y de sandez la espera.

Versión en inglés

How Arthur and Gawain went to war and rode into the East
Arthur eastward in arms purposed
his war to wage on the wild marches,
over seas sailing to Saxon lands,
from the Roman realm ruin defending.
Thus the tides of time to turn backward
and the heathen to humble, his hope urged him,
that with harrying ships they should hunt no more
on the shining shores and shallow waters
of South Britain, booty seeking.
As when the earth dwindles in autumn days
and soon to its setting the sun is waning
under mournful mist, then a man will lust
for work and wandering, while yet warm floweth
blood sun-kindled, so burned his soul
after long glory for a last assay
of pride and prowess, to the proof setting
will unyielding in war with fate.
So fate fell-woven forward drave him,
and with malice Mordred his mind hardened,
saying that war was wisdom and waiting folly.

fuente: el cultural

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