Pérdidas

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La imagen es Mujer de Agua (Javier García Ureña) tomada de http://www.dibujantes.org/EN/index_EN.html

 

 

Ella se fue encogiendo tan lentamente que nadie se dio cuenta.

Nadie salvo yo.

Primero se le contrajo la risa, dejando en su boca un simulacro de pálida sonrisa que casi enseñaba la punta de los dientes.

Luego fue la mirada, que nubló el afuera y se refugió en algún intersticio de su interioridad.

Más tarde fueron sus oídos que apagando frecuencias apenas si respondían correctas arbitrariedades o, en ocasiones, onomatopeyas conformistas.

Su cuerpo se estrechó hasta vaciarse de espacio. Deambulaba sin ruido, sin aromas, convertida en una pequeñez de sí misma.

Un día de pronto supe que ya no estaba entre nosotros. Nos dejó el fantasma de su reflejo, ¡ni siquiera el reflejo completo!

Nadie se dio cuenta.

Nadie salvo yo.

Entonces aulló, y sus lágrimas, saltando como gigantescas oleadas, ahogaron a todos los que no habían visto nada.

Salvo yo, que volví a sonreír.

©Ana Cuevas Unamuno

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