El sueño es vida
Desperté como todos los días.
Desayuné, me vestí y salí en busca de un taxi.
Allí, en el trayecto a mi trabajo recordé las palabras: te espero esta noche.
Trabajé, discutí, volví a casa, resolví mil pequeñas miserias cotidianas.
Me levanté con los ojos brillantes y una paz nueva que emanaba por los poros y latía en mis sienes.
Había vuelto y habíamos hablado circunvalando nuestros laberintos.
El día fue tedioso, las horas eternas, los miembros se paralizaron en un hartazgo ansioso.
La noche me encontró engalanada, dispuesta, abierta. Llegó y sin palabras nos deslizamos en ese ondular de las caricias y los secretos que buscan fundir pasados y crear encuentro; hasta que el ruido del reloj me lo arrebató de las manos.
El enojo invadía mis entrañas y sólo me calmaba buscando los rincones más oscuros para dormir y soñar, y vivir.
Mis extrañas actitudes hicieron que perdiera mi trabajo, que se alejara mi familia, que mi mundo se redujera a una cama y un sueño. Perder para ganar, dormir para vivir y soñar para existir en realidad.
Por eso decidí que se eclipsara el tiempo en una noche eterna para vivir mis sueños.
©Ana Cuevas Unamuno
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