MITO SUMERIO: EANNA Y ALLATU

LEYENDA DE LA LUCHA ENTRE LAS DIOSAS Y EL JOVEN

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De la supuesta o real lucha entre dos aspectos de la diosa, representada en dos mujeres que pugnan por el joven muchacho, existen infinidad de versiones en las culturas más diversas

La más antigua de ellas habla de la diosa Sumeria Inanna, su hermana la Diosa Ereskigal y el joven Tammuz

Con otros nombres la han llamado semitas, griegos, romanos, celtas….

Veamos una entre tantas versiones, que en este caso está orientada a plantear el origen de lo que hoy conocemos como mito pascual o Pascua.

Cuenta una leyenda que hace ya tanto tiempo que nadie recuerda la fecha, en un pueblo enclavado en la profundidad de un valle fértil sucedió una historia que cambió el curso de las vidas de sus habitantes y seguramente fue esa la causa de que quedase por siempre en la memoria, siendo contada de boca a oreja por los siglos de los siglos.

El esplendor paseaba su plenitud por cada rincón del valle, los frutos rebalsaban las ramas y pintaban el pasto de aromas y colores, el calor dulzón y mimoso acariciaba por igual cuerpos frescos y cuerpos ancianos.

Muchachas y muchachos, niñas y niños, madres y padres, abuelas y abuelos, llevaban una vida brillante, gozosa y casi perfecta. Y digo casi por que desde hacia apenas unos días un extraño tinte grisáceo desdibujaba el cielo en el poniente.

Los lugareños intentaban no darle importancia

- Será algo pasajero - comentaban entre si

- Debo tener mal la vista- decían otros.

Desde siempre y por siempre el tiempo era el mismo, ningún gris había jamás ocupado sitio alguno, sólo colores bonitos, alegres, radiantes, sólo frutos maduros y jugosos, sólo el verde mezclándose entre tonos, sólo sol y luz y vida, definitivamente no había nada de que preocuparse.

Eanna la virgen Madre había dado a luz un hermoso hijo tiempo atrás cuyo padre se decía era el Dios del Cielo, y aún un hecho semejante, tan misterioso como mágico, no había traído trastorno alguno en la cotidianeidad de los pueblerinos. La abundancia seguía prodigándose infinita para felicidad de todos.

Damu, el hijo, era ahora un joven hermoso que paseaba su canto y su risa danzando por el valle, seguido por pájaros y niños, jóvenes y viejos, hombres y mujeres. Las doncellas intentaban todo para congraciarse con él, pero él sólo tenia ojos para su madre amante y pronto comprendieron los lugareños que era de ese amor de donde surgía la abundancia siempre renovada y exuberante. Se alegraron entonces del amor de los amantes y cantaron himnos en su honor.

Lo que nadie sabía era que en las profundidades de la casa de las tinieblas, donde el polvo cubre la puerta y el cerrojo, Allatu la hermana de Eanna, ardía de envidia y celos mientras planeaba su venganza. Allatu había espiado un día la casa de Luz de su hermana, sorprendiendo sin esperarlo al joven Damu bañándose desnudo en el río, al verlo sintió su pecho rebozar de deseo y acercándosele le invito a su reino.

- Te daré todo lo que desees y más aún te daré, ven conmigo y conocerás lo que nadie conoce -

Pero Damu respondió

- No sé quien eres ni lo pregunto, mi Amor es de Eanna y con ella permaneceré.

La diosa despechada sintió la furia crecer dentro suyo sin embargo con su tono más dulce insistió

- Eso dices por que aún eres joven, nada conoces del amor. ¿Que tienes con ella?, nada, pues ella todo lo tiene y todo lo da, ven conmigo y podrás tener más que nadie, te daré poder sobre los hombres y las bestias, riquezas mayores a las que jamás hallas visto, placeres inimaginables y haré de ti un Dios para los mortales que deberán rendirte culto y homenaje.

Damu la miró y sin un gesto contestó

- Mucho te agradezco aunque no sé quién eres, pero nada de lo que ofreces necesito, tengo todo lo que deseo y siempre más, amo a Eanna y con ella permaneceré.

Al oírlo Allatu enfureció y su misma furia la arrastró de regreso a su reino. Desde entonces la envidia y los celos que sentía con su hermana crecieron hasta embargarla de tal modo que sólo pensó en la venganza. Tan bella soy yo como Eanna, tan hija de mi padre como ella, ¿por qué he de quedar sola en este reino de tristeza y oscuridad y ella gozar de los favores del fruto y la luz? se preguntaba colérica mientras asustaba a todos a su alrededor.

Su furia era tal que saliendo de ella alcanzaba el reino celestial de su padre, más él no respondía. Y fue allí donde nació el gris que lentamente como niebla sutil comenzó a cubrir los, hasta entonces, límpidos cielos.

Una tarde envió a uno de sus sirvientes a la casa de luz con la orden de seducir a una doncella cercana a Damu para informarse así de los hábitos del joven. La doncella enamorada e inocente le contó a su amante lo que este indagaba, sin imaginar que sería ese el primer paso a la desgracia que sobre todos caería.

Sabiendo ya Allatu donde hallarlo, espero el momento en que estuviese sólo y envió a los búhos en su busca. Al encontrarlo estos comenzaron a lamentarse

- Hemos perdido el rumbo a nuestro hogar y pobre de nosotros moriremos aquí con tanta luz dejándonos ciegos.

El tono desgarrante de sus voces conmovió al joven que hasta entonces desconocía el dolor. Intrigado primero y condolido después, se acerco intentando ayudar

- No sé que puedo hacer por ustedes, pero si supiera lo haría para que no sufráis más, ¡oh, hermosas y extrañas aves!

Los búhos respondieron presurosos

- Si en verdad lo deseas puedes ayudarnos acompañándonos de regreso a nuestro hogar, esta luz nos ha dañado la vista y sólo quien vea podrá llevarnos,

- En verdad deseo ser de ayuda, mas no conozco yo el camino - respondió compasivo el joven

- Nosotros te diremos como ir y tu nos dirás el rumbo correcto - contestaron los búhos ocultando su satisfacción con la inescrutabilidad de búhos.

Así fue como se pusieron en camino, los unos diciendo el cómo y Damu indicando el por dónde.

A medida que avanzaban Damu sintió una extraña sensación pero ocupado como estaba en ayudar a las aves no prestó atención a lo que le sucedía, para cuando comprendió que en verdad algo extraño y desagradable lo rodeaba, Allatu se presentó frente a él esplendida en belleza y terrible en la mirada.

Su risa emergiendo de las tinieblas aterrorizó al joven que por primera vez en su vida conocía ambas cosas .

- Al fin me perteneces, no es preciso ahora que te de nada pues ya eres mío y conmigo quedarás - rió la reina.

Nada pudo hacer el joven para escapar.

Mientras tanto Eanna le buscaba cada vez más desesperada, llamándole a gritos iba de sitio en sitio. Todos los pueblerinos le seguían llenos de asombro, su mundo había cambiado y no entendían que sucedía, la tenue nube gris paulatinamente comenzó a extenderse por toda la bóveda celeste como si persiguiera al sol que a cada paso de la nube parecía debilitarse lo mismo que Eanna. Las lágrimas corrían por las blancas mejillas de la Diosa y el cielo se ensombrecía acompañándola en su dolor.

Nunca pero nunca hasta entonces la risa se había silenciado, nunca la Diosa había conocido pérdida alguna ni probado el salado gusto de las lágrimas. En su llanto el dolor se desparramó por el valle acongojando el corazón de hombres y animales por igual, de árboles y yuyos, de liebres y comadrejas, de pájaros y fieras.

Día y tras día busca Eanna a Damu y en su búsqueda desesperada olvidó mantener la tierra viva. Los pastos, los árboles, las plantas comenzaron a marchitarse, la tierra se enfrió por la palidez creciente del sol, la comida escaseaba, los animales morían, la risa era reemplazada por el llanto y la pena, y todos sintieron el olor de la muerte penetrando lentamente en el valle. Lo que había sido luz y jolgorio, abundancia y placer, era ahora desolación y tinieblas, grises y marrones, tristeza y silencio.

Día a día todo se apagaba, día a día Eanna buscaba y buscaba a su amante marchitándose también ella y en su dolor el amor se pagó y ella ciega a todo marchó y marchó hasta penetrar en el reino de las tinieblas decidida a enfrentar a su hermana.

Allatu al verla se sintió henchida de gozo.

- Sola has venido a la tierra de la que nadie retorna, bebe ahora mi aliento hermana querida y ya no sentirás la pena que te aqueja.

- No beberé ni comeré, he venido a reclamar lo que es mío y a devolverte tu pena - respondió Eanna

- La diosa del amor y la Diosa de la muerte, peleando por un semidios inacabado, es algo por cierto nunca visto - rió con malicia Allatu

- No pelaré contigo Allatu, sólo reclamo y devuelvo.

- Yo haré que desees esta pelea y que viva entonces la que más poder posea.

- Si una deja de ser la otra carece de razón para existir. Reflexiona Allatu hermana mía, así han sido las cosas desde el principio y así han de ser hasta el fin.

- Fácil es para ti decirlo, tú que posees aquello que yo ansío - gritó estallando en furia Allatu y diciendo estas palabras arrancó los testículos de Damu y los comió con regocijo.

No se sabe que sucedió en ese momento entre las diosas, pues los temas de Dioses son ocultos a los ojos de los mortales, sólo pudieron verse los efectos de su lucha, la tierra crujía rompiéndose en pedazos, los árboles caían fulminados por los rayos que estallaban por doquier, la vida se marchitaba sin remedio en medio de terremotos y estruendo de volcanes.

Nadie copulaba ni humano ni animal, nada ni nadie nacía, sólo la muerte vestida de noche avanzaba triunfante por chozas y prados, por corrales y laderas. Aterrorizados y desesperados los pueblerinos se unieron a invocar al Dios del Cielo: - EA escucha a tus hijos pequeños, devuélvenos a Eanna, oye al fin sus lamentos y los nuestros - Ofrecieron humildemente todas sus posesiones, encendieron grandes fuegos para ayudar al débil Sol en su batalla contra las inefables tinieblas que ahora cubrían todo con aliento helado y desolación.

Tanto fue el dolor y tan profundos los ruegos que al fin Ea se apiadó y descendiendo al Reino de Allatu la conminó a dejar en libertad al joven Damu y a devolverle la vida a la ya muerta Eanna.

- Fuiste tu Padre mío quien inició esta batalla cuando a ella le diste la belleza y a mi el dolor. Por qué he de ser justa cuando injusto has sido conmigo, por qué he de darle a ella lo que a mi me has negado? - replicó Allatu.

- Nada has comprendido Allatu, ni ella es sin ti, ni tú sin ella, ambas son porque la otra existe.

- Cambia entonces nuestros sitios si a tus ojos ambos son iguales, ya no quiero el mío y mucho aprendería Eanna aquí.

- Si cambiase el orden de las cosas, todo cambiaría, lo que mueva en lo pequeño alteraría del inicio al fin y eso no es posible hija mía.

- Entonces poco es tu poder y menor es tu justicia, pues tu hija sufre y tú no la escuchas.

Ea meditó en estas palabras y comprendió que su hija tenia verdad en sus palabras, por lo que al cabo de un largo silencio respondió

- Allatu tanto te amo a ti como a Eanna y por cierto no deseo hacerte daño alguno, más imposible me resulta invertir el orden creado, haré pues contigo un trato; devuelve la vida a tu hermana y deja que marche con Damu para que la vida se renueve sobre la tierra y los mortales continúen su curso, por medio tiempo permanecerá con ella y por ellos nacerá la abundancia, el otro medio tiempo vivirá contigo y serás quien reine en ambos reinos.

Allatu meditó en estas palabras y aunque no demasiado satisfecha accedió al fin al pedido de su padre. Dio entonces de beber el agua de la vida a su hermana y la dejó partir con su amado no sin antes recordarle la promesa.

- Recuerda que en seis meses él volverá conmigo y desde ahora tú señora de la vida y yo señora de la muerte seremos por él una sola.

Cuando los amantes retornaron a la superficie yerta de la tierra el amor que se había apagado lentamente en la distancia renació con mayores bríos que antes y a cada abrazo nació un brote, una flor, a cada beso revivía un poco más el sol, en cada caricia renacían retoños en los árboles secos hasta entonces, lentamente la vida se deslizo trayendo la luz y la alegría. En todos los rincones de la tierra estallaron gritos de gozo al ver la vida renovarse y se encendieron fuegos de gloria, todos trajeron lo que les quedaba de comida decididos a comer ya sin miedo, y el pueblo entero danzó y canto himnos al gran Ea y alabanzas a Eanna y Damu deseándoles eterna felicidad - El Dios ha renacido y con él renació la semilla de la vida- cantaban jóvenes, niños, y ancianos, padres y madres, y los hombres copularon con las mujeres y las hembras con los machos y la fertilidad penetró por los rincones regalando promesas de abundancia.

Cuentan que es desde entonces que cada vez que Allatu reclama su derecho y las tinieblas dan batalla al sol, los mortales acompañan a la dolida Eanna en su pena y lloran y ayunan con ella, llamando día y noche al joven Damu para que sea pronto su regreso y cuando al fin el sol anuncia su resurrección le aguardan con increíbles festines, encendiendo gigantescas hogueras para ahuyentar las tinieblas e indicarle el camino.

Esta historia muestra el origen del poder de la Diosa Allatu sobre la tierra de los mortales, cuentan los antiguos que desde entonces el esplendor cedió su espacio sucesivamente al verano y al invierno, la vida y la muerte en su rodar continuo construyeron un nuevo ciclo.

Me han contado también y esto es quizás sólo un cuento, que Eanna enojada con la traición de los búhos les expulsó para siempre de su reino y desde entonces son aves de la noche y ellos aferrados a las ramas de los árboles lanzan su grito de espanto desde entonces.

Viajando en el tiempo el dios sacrificado muerto y renacido, se ha llamado Osiris, Tammuz, Adonis, Attis, Balder, Jesús.... semilla, ciclo de la vida.....

Y hasta hoy los mortales atentos o no, sabiéndolo o no, vivimos dentro de la gran rueda del tiempo repitiendo en lo grande y en lo pequeño estos ciclos naturales, muchas veces tan distraídos que ni siquiera los aprovechamos como guías en el camino y menos...¡mucho menos los festejamos!

© Ana Cuevas Unamuno- Año 2000

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