LOS MISTERIOS DEL AMOR

El deseo de un amor eterno y perfecto es un deseo humano nacido en el comienzo de los tiempos. Lo que nos cuesta comprender es que lograrlo es una ardua tarea y no el resultado de pases mágicos, ni de la suerte, ni del milagro.

Hay una bellísima historia siux que algo nos dice al respecto…

Lean, escuchen, recuerden….

EL AGUILA Y EL HALCON

Cuenta los que aún tienen memoria, que hace ya mucho tiempo dieron en llegar a las puertas de la tienda del brujo una pareja de jóvenes enamorados. Ellos eran Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta, la hija del cacique y, hay que decirlo, una de las más hermosas mujeres de la tribu.

Ante la mirada curiosa del brujo los jóvenes dijeron:

— Nos amamos — empezó el joven

— Y nos vamos a casar — dijo ella

— Pero…nos queremos tanto que tenemos miedo.

—Miedo de que se dañe nuestro amor

—Por eso es que hemos venido, necesitamos un hechizo, un conjuro, un talismán, que nos garantice que podremos estar siempre juntos, amándonos como ahora nos amamos.

— Juntos hasta encontrar a Manitú el día de la muerte.

— Por favor— dijeron juntos—, Dinos ¿qué podemos hacer?

El viejo los miró con ternura. Eran tan jóvenes, tan enamorados, tan llenos de ilusión….

— Hay algo...—dijo el viejo después de una larga pausa—. Pero no sé... es una tarea muy difícil y sacrificada.

— No importa— dijeron los dos.

—Estamos dispuestos a todo— afirmó Toro Bravo y Nube alta asintió.

— Bien — dijo el brujo —, Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola sin más armas que una red y tus manos, y una vez allí has de cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Luego le traerás aquí con vida el tercer día después de la luna llena.

Nube Alta asintió

El brujo miró entonces a toro Bravo y le dijo:

— Y tú, deberás escalar la montaña del trueno y cuando llegues a la cima, has de encontrar la más brava de todas las águilas y atraparla utilizando únicamente tus manos y una red. No vayas a herirla, has de traerla viva y sana ante mí, el mismo día en que vendrá Nube Alta...

Toro Bravo y nube alta se miraron, nada sencilla era la tarea encomendada, pero movidos por su sueño y su amor, aceptaron la tarea.

El brujo hizo un gesto indicando que no tenía más que decir, y los jóvenes luego de agradecerle salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur.

El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas.

El viejo les miró, sonrió y les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron. Las aves eran verdaderamente hermosas, sin duda lo mejor de su estirpe.

— ¿Volaban alto?— preguntó el brujo.

— Muy alto y bellamente — dijo Nube Alta

— Son las mejores de su especie— dijo Toro Bravo con cierto orgullo, y de inmediato impaciente añadió — ¿Qué hemos de hacer ahora? ¿Hemos de matarles en alguna ceremonia?

— No —dijo el sabio anciano—. No habrá ceremonia ni sacrificio. Tomad cada uno su ave y atadlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero. Cuando las hayáis anudado, soltadlas y dejad que vuelen libres.

El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y luego de atarlos los soltaron para que volasen libremente.

El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse en el suelo. Unos minutos después, frustradas y rabiosas, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.

Los jóvenes miraban con angustia sin saber qué hacer y sin comprender.

El brujo les dijo entonces:

— Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto. Ustedes son como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a hacerse daño el uno al otro. Si desean que vuestro amor perdure "volad juntos pero jamás atados".

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