UN POCO DE HUMOR HACE BIEN AL CORAZÓN

Cada día, según el día,busco para compartir con ustedes una historia que les sorprenda, o les alegre, o les deje pensando, o despierte una sonrisa, un comentario, una idea…

Cada día convoco a las musas de la oralidad para que traigan a mis oídos esos cuentos que habitan la memoria

Hoy llueve y el cielo está gris. Todo parece triste, apagado, sin ganas… Hasta mi calle ruidosa esta casi silenciosa…Hoy es un buen día para reír y ¿qué mejor que el ingenio?

Esta es una leyenda de Santa Fé, que como tantas leyendas se cuenta en muchas partes y va de boca a oreja rodando por el tiempo. 

 

JUAN EL TONTO- (el burlador burlado)

Perteneciente al libro Juan Soldao- Cuentos folklóricos de la Argentina. Buenos Aires. Eudeba 1962 (Pág. 134-136)

Cuentan que hace tiempo, en el norte de Santa fe vivía un tonto llamado Juan. Los que lo conocían afirmaban que creía todo lo que le decían, aunque fueran las mentiras o barbaridades más grandes del mundo.

Tenía este tonto por patrón a un hombre muy bromista, que disfrutaba fastidiándolo. En cierta ocasión, luego de carnear un chancho, el patrón lo invitó a comer a su casa.

Juan fue y en lo que estaban asando unos chorizos el patrón señalándose los pantalones le preguntó de sopetón:

—Dime Juan ¿sabes cómo se llama esto?

—Pantalones— contestó Juan muy seguro.

—No, tonto, esto se llama garabalata— le corrigió el patrón poniendo cara de disgusto.

—Grabalata— repitió Juan y se calló.

Al rato el patrón señalando una alpargata, le preguntó

— Juan ¿cómo se llama esto?

—Alpargatas— contestó el tonto.

— No, hombre, esto se llama chirimique.

—Chirimique— repitió Juan.

Luego, señalando al gato el patrón le preguntó:

—Y aquello ¿cómo se llama?

—Gato— contestó el tonto

—No, se llama ave que caza ratones— le corrigió el patrón

— ¡Ah! ¡Ave que caza ratones!— repitió Juan.

—Así es, ¿y esto?— dijo le patrón señalando el fuego— ¿cómo se llama?

—Fuego.

—No, se llama alumbrancia.

—Alumbrancia— repitió Juan.

El patrón insatisfecho continuó haciéndole preguntas y corrigiendo todo lo que el pobre contestaba.

Señalando un balde lleno de agua le preguntó

— Y esto ¿cómo se llama?

—Agua— contestó Juan luego de mirar bien.

—Pero no hombre, ¡esto se llama clarancia!

— ¡Ah!... Clarancia— repite Juan.

Permanecieron los dos callados un rato, Juan masticando y el patrón refunfuñando pues se había propuesto hacer enojar al peón y no lo estaba logrando. Decidido a sacar a Juan de sus casillas, continúo con sus chanzas.

— Oye Juan, ¿cómo se llama esto?

Juan miró el trigal que su patrón le señalaba y lentamente contestó

—Trigo.

—No, no y no hombre, esto se llama bitoque

—Bitoque— repitió Juan asintiendo con la cabeza.

— ¿Y esto?

—Burro— contestó Juan.

—Pero no, burro eres tú, esto se llama filitroque.

— ¡Ah! Filitroque— repitió el tonto mirando al animal.

Ya cansado y frustrado, señalando unos chorizos, el patrón preguntó a desgano:

—A ver hombre ¿cómo llamas vos a esto?

—Chorizos— dijo Juan titubeando.

—No, esto se llama filitraca— lo corrigió el patrón ya cansado con la situación.

—Filitraca— repitió Juan mirando fijamente los chorizos.

Nuevamente permanecieron los dos en silencio mientras daban cuenta de los restos de comida que había en sus platos. Al cabo de un rato el patrón le dio las buenas noches a Juan y se retiró a dormir, riendo al recordar las tonterías que le había dicho a su peón y la cara de asombro que este había puesto una y otra vez.

Juan, que en realidad no era tan tonto como otros creían, se quedó al fresco pensando como podía vengarse del bromista. Pensando en ello estaba cuando de pronto una enorme brasa cayó justo en el lomo del gato que dormía a su lado. El pobre animal aterrado y dolorido salió corriendo en dirección al trigal. Juan, asustado al ver arder al trigo, gritó a su patrón:

—Patroncito, póngase los chirimiques y también las garabalatas, que al ave que caza ratones le ha caído encima una alumbrancia y si usted no viene rápido con clarencia se le quemará el bitoque. Yo me voy en filitroque y me llevo la filitraca.

Así fue como el tonto no tan tonto aprovechó la ocasión para llevarse todos los chorizos y huyó montado en el burro. Cuando el patrón salió el trigal ya estaba invadido por las llamas.

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