Hay muertes que entristecen otras que confunden

 

Hoy amanecí con una noticia que disparó cientos de interrogantes en mi interior…

Murió Jorge Rafael Videla, símbolo de la dictadura militar

El ex dictador falleció esta madrugada, a los 87 años; se había descompensado y estaba internado; permanecía detenido en el penal de Marcos Paz por graves violaciones a los derechos humanos

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Murió, así simplemente, sin arrepentimientos, sin dolor, sin castigo…Sí ya sé que desde el 5 de Julio de 2012 estaba condenado, pero vaya condena si miramos las imágenes de su celda, resulta dudoso pensar que estaba incómodo.

Fue escuchar la noticia y pensar a cuento de qué el Guionista Universal crea libretos como el de este ser que ha pasado por la vida sembrando horror y muere (como curiosamente mueren tantos otros monstruos de la vida), de modo tan natural, tan sin padecimientos desgarrantes, con tanto desparpajo como para negarse a declarar, lo que es igual a decir sin culpa alguna, sin remordimientos, convencido de la corrección de sus actos. Da ganas de pensar que vaya donde vaya habrá verdadera justicia, da ganas, pero también dudas, muchas dudas, ¿existirá ese otro plano dónde se paguen los horrores?, ¿será que dentro de la GRAN OBRA que nos toca vivir a los seres humanos, estos personajes cumplen con un personaje destinado y por tanto por mucho que nos espante su hacer es correcto?

La impunidad no es cosa del presente, es histórica, cientos y cientos, miles y millones de actos impunes de macabra magnitud se han sucedido y se suceden una y otra vez sin que muchos de sus responsables padezcan las consecuencias, confirmando así que no siempre el que las hace las paga, al menos en esta vida.

Esta muerte no me alegra (al fin y al cabo es un hecho natural que anda repara de lo sucedido), ni me apena, me deja con este sentimiento extraño de saber que frente al espanto muchas veces lo único posible es fidelizarse con una misma y optar por crecer espiritualmente pues la justicia, acá en la tierra al menos, es cosa extraña e impredecible. Y ahí sí siento tristeza

Tristeza de sentir tanta codicia ilimitada por sobre todo de poder (extraño poder el que los codicioso pretenden) pariendo sin cesar inconcebibles injusticias en el mundo. Tristeza ante tanta falta de “humanidad”, de valores constructivos y amorosos, siendo esa carencia (claro que no en todos) lo que facilita que estos hechos aberrantes sigan sucediendo día a día. Tristeza cuando mis ojos recorren la historia y ven que no aprendemos nunca, permaneciendo en la misma noria de desequilibrio año a año, siglo a siglo.

Muere otro monstruo más, pero… ¿realmente somos más libres?…

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